lunes, 16 de junio de 2014

Uruguay 1930: el primero en conseguir la gloria

 Uruguay fue profeta en su tierra y se coronó como el primer campeón de los Mundiales.

La historia de los Mundiales dio comienzo y fueron los Charrúas quienes estrenaron el palmarés. La Celeste cerró una década de oro con un título más en sus vitrinas.

Eran otros tiempos los que corrían; habían pasado más 10 años de la Primera Guerra Mundial y el fútbol comenzaba a transitar un camino que lo llevaría a una popularidad inalcanzable para cualquier otro deporte o actividad.  Aquel juego inventado en Inglaterra en el último cuarto del Siglo XIX, sin saberlo, comenzó a desandar un recorrido que continúa hasta hoy. Desde los primeros remates entre las fábricas de Sheffield hasta los goles de Cea e Iriarte, en un Centenario colmado, la pelota rodó y comenzó a escribir una historia que todavía no termina.

Era el momento de inaugurar el primero de los Mundiales y Uruguay, doble campeón olímpico y anfitrión, fue quien estrenó el palmarés de una competición que con los años sería codiciada por muchos. La Celeste levantó la flamante copa ante su gente y confirmó porque fue uno de los mejores equipos de la historia del pequeño país sudamericano. Entre el 13 y el 30 de julio de 1930 se vivió la primera fiesta mundialista.

Póster de Uruguay 1930
Fueron 13 los equipos que fueron parte del primer Mundial. El torneo no despertó muchas expectativas en los países de una Europa sumida en la crisis económica generada por la caída de la Bolsa de Wall Street y celosa de la designación de la sede: solo Bélgica, Rumania, Francia y la por entonces Yugoslavia cruzaron el charco para competir. La nómina de participantes fue completada por Chile, México, Estados Unidos, Paraguay, Perú, Bolivia, Brasil y quienes dominaron el torneo: Argentina y el local Uruguay.

Los equipos rioplatenses fueron quienes dominaron las acciones ante la escasa participación de las selecciones del viejo continente, pero los Charrúas fueron quienes se adueñaron de la primera Copa del Mundo. Con la seguridad bajo los tres palos de Enrique Ballestrero, la firmeza abajo del capitán José Nasazzi, la magia de Héctor Scarone y la fiereza del goleador Pedro Cea, la Celeste sumó su primera estrella. Como en Amsterdam 1928, la final enfrentó a los seleccionados que comparten el Río de la Plata, en un encuentro histórico y marcado por las
Reunión de capitanes en la final: Nasazzi y Ferreira.
sospechas que hasta incluyeron al famoso tanguero Carlos Gardel.


Un Centenario con más de 60 mil personas fue testigo de la primera definición mundialista, nada menos que entre países hermanos. Uruguay, que había hecho un camino perfecto salvo algún sobresalto en la semifinal ante Yugoslavia y un duro debut ante Perú, se adelantó en el marcador por intermedio de Marcos Dorado, con apenas 12 minutos de juego. El estadio era un infierno celeste.


La salida a la cancha.
Se presuponía completa la fiesta para los locales, pero en una ráfaga de efectividad Argentina demostró su poderío futbolístico y dejó un silencio abrumador en las gradas del imponente estadio: Carlos Peucelle a los 20 y Guillermo Stábile, goleador del campeonato, a los 37 silenciaron a Montevideo y a todo Uruguay.

Mucho se habló de la polémica en este partido. Las dos pelotas, las presiones a los albiceleste en el entretiempo, las amenazas al capitán Luis Monti y hasta del arbitraje del belga Jean Langenus. Lo cierto es que el combinado visitante salió a jugar la segunda etapa en un ambiente hostil parecido al de una guerra y, suspicacias aparte, la Celeste lo terminó apabullando categóricamente haciendo gala de esa garra charrúa que 20 años más tarde se haría notar nuevamente, pero en territorio brasileño.

Pedro Cea empató a los 12 minutos del complemento,  Victoriano Iriarte aumentó y Héctor Castro sentenció el encuentro en el último instante de juego. Uruguay era el primer campeón del mundo y coronaba con la obtención de la Copa Jules Rimet una de sus etapas futbolísticas más brillantes. Los dos oros olímpicos logrados en la década anterior (París 1924 y Amsterdam 1928) completaban la faena del mejor equipo de la época en que el fútbol comenzó a dejar de ser un deporte para convertirse en una pasión.





El camino de Uruguay al título


Fase de grupos:

  • 18/07/1930, 1-0 a Perú ( Castro 60') en el Estadio Centenario.
  • 21/07/1930, 4-0 a Rumania (Dorado 7', Scarone 24', Anselmo 30' y  Cea 35') en el Estadio Centenario.

Semifinal:

  • 27/07/1930, 6-1 a Yugoslavia (Vujadinovic 4'-YUG-, Cea 18', Anselmo 20' y 31', Iriarte 61' y Cea 67' y 72'-URU-) en el Estadio Centenario.

Final:

  • 30/07/1930, 4-2 a Argentina (Dorado 12'-URU-, Peucelle 20', Stábile 37'-ARG-, Cea 57', Iriarte 68' y Castro 89'-URU-) en el Estadio Centenario.


Documental con imágenes inéditas de Uruguay 1930










lunes, 9 de junio de 2014

El último campeón de los mortales en París





Resulta extraño pensar en esta época en un campeón de Roland Garros que no sea Rafael Nadal. Para el tenista español la palabra éxito está asociada al torneo francés y con el triunfo reciente en la final ante Novak Djokovic ya suma nueve campeonatos en 10 participaciones. Solo en 2009 su maltrecho físico le impidió conseguir otra corona y su sucesor fue el otrora extraterrestre tenístico Roger Federer; pero desde 2005 hasta hoy, queda claro que las gastadas canchas de polvo de ladrillo del barrio Bois de Boulogne son como el patio de casa para el mallorquín.


En 2004, justamente un año antes del comienzo de la dinastía del zurdo de Manacor, Gastón Gaudio, uno de los tenistas más subestimados de Argentina y dueño de una calidad superlativa, paseó su tenis de gala por París y conquistó el torneo más preciado de este lado del océano. En la definición, cien por ciento albiceleste, el Gato venció en un dramático partido al favorito Guillermo Coria y se consagró en el mismo lugar que Guillermo Vilas 27 años atrás. Sin saberlo, se convirtió en el último campeón de los mortales. Diez años después se lo sigue recordando.


El torneo argentino

David llegó a semis.
Fue algo mágico lo que pasó durante esas dos semanas en que se jugó Roland Garros 2004: La legión argentina de tenistas pasaba por su mejor momento y lo confirmó en el segundo Grand Slam de la temporada, donde a base de raquetazos durante 15 días los jugadores nacionales tiñeron a la romántica París de celeste y blanco.

Paola Suárez , la representante femenina.
Gastón Gaudio y Guillermo Coria fueron los finalistas del certamen francés, pero durante el campeonato el tenis argentino en su totalidad se lució en las canchas de polvo de ladrillo de Bois de Boulogne. David Nalbandian llegó a las semis y perdió contra el Gato, a la postre campeón, en una instancia que podría haber sido completamente nacional si Juan Ignacio Chela hubiera vencido al británico Tim Henman. De ocho representantes, cuatro se metieron entre los mejores del torneo y levantaron un elevado grado de popularidad en un país que estaba expectante a cada partido como si fuera un Mundial de fútbol.

Pero la invasión argentina no solo quedó entre los varones: Paola Suárez, quien fuera la abanderada del tenis femenino tras el retiro de Gabriela Sabatini, sorprendió y llegó a las semifinales del torneo parisino. Su gran forma en el campeonato se confirmó cuando en cuartos superó notablemente por 6-3 y 6-1 a una adolescente Maria Sharapova que unas semanas después sorprendería al mundo en Wimbledon. La oriunda de Pergamino completó su faena llegando por primera vez en su carrera al top ten (diez mejores) del ránking mundial y coronándose junto a la española Virgina Ruano Pascual en el dobles femenino, la especialidad de la casa.


Una final tan histórica como dramática

El Gato llega. Gaudio no se dio por vencido.
Ya había transcurrido casi todo el campeonato y solo quedaba la esperada final del 6 de junio: de un lado estaba Guillermo Coria, con un tenis vistoso, un físico privilegiado y con la confianza de haber llegado hasta la última instancia en un gran nivel de juego(cediendo un solo set). Su récord de 48 partidos ganados sobre 50 jugados en polvo de ladrillo lo avalaba; enfrente, Gastón Gaudio aparecía como el héroe inesperado, el jugador que nadie se imaginaba que podría llegar ahí. Número 44 del ránking y con ciertos vaivenes de juego, el Gato inició su periplo en París con algunas dudas en los primeros partidos, pero con el correr de los días se fue afianzando y llegó al duelo clave en una gran forma. 

Coria llegaba como el favorito.
Se enfrentaban la magia y la locura, la sutileza y el carisma; Gaudio y Coria se volvían a ver las caras en un duelo cargado en lo personal por las rencillas de ambos en el pasado, principalmente por el duelo del año anterior en Hamburgo donde un Coria supuestamente lesionado venció 6-0 en el tercero a un Gaudio desencajado y lleno de bronca. El estadio Philippe Chatrier repleto esperaba con mucha expectativa a los gladiadores del fin del mundo.

El Mago celebrando.
El comienzo fue como muchos lo imaginaban. El tenista de Rufino, tercero en el escalafón mundial y dominador de la gira de polvo de ladrillo, fue contundencia pura ante un Gaudio plagado de nervios. Al santafesino le salía todo lo que quería hacer y en poco menos de una hora y media ya estaba 6-0 6-3 arriba en el marcador. 

La consistencia del Mago parecía echar por tierra la ilusión de una final peleada e incluso los organizadores ya creían que todo estaba liquidado: quien retrata a los campeones de cada año ya había dibujado a Coria y se había retirado del lugar.

Gaudio aplaudiendo la ola. Ahí comenzó su partido.
Gastón Gaudio sufría el partido y no encontraba respuestas, pero de repente su mente tan autodestructiva esa vez le jugó a favor y la final dio un vuelco de 180 grados. El tenista bonaerense estaba a punto de sacar con el marcador 4-3 abajo en el tercer set cuando el público se levantó y protagonizó una "ola" de poco más de un minuto. El jugador de Temperley se vio sorprendido y rápidamente se sumó a la gente. 

A partir de allí, el Gato hizo el "click" e inclinó el duelo a su favor con un gran nivel. Coria lucía nervioso y justamente su elogiada condición física comenzó a jugarle una mala pasada. Fue 6-4 y 6-1 para Gaudio y el avance a un quinto set definitorio e inesperado una hora antes.

Un quinto set cinematográfico

Coria recibiendo atención. Los calambres mermaron su juego.
Con la sorprendente paridad, las acciones de Gastón Gaudio se elevaban inversamente a como descendían las de Guillermo Coria. El tenista de Rufino padecía calambres que lo dejaban estático en la cancha y el Gato veía sobrevolar los fantasmas de Hamburgo. Por un momento parecía que ni uno ni el otro quería ganar y la final tomó un tinte digno de una película holywoodense.

Los quiebres de saque se continuaban unos a a otros. El santafesino, a pesar de estar mermado físicamente, jugó a lo que salga e incluso tuvo dos match points para cerrar la historia. El destino quiso que el Mago malogre esas dos chances de conquistar el Grand Slam parisino y ese fue el golpe final para que el Gato Gaudio tome valor y se quede con el dramático partido con un score de 8-6 en el quinto. 


La raqueta, por los aires.
Ahí estaba Gastón Gaudio. Atónito, lanzó su raqueta por los cielos y entre lágrimas esbozó sus primeras palabras como campeón: "Yo no gané, no puede ser que yo haya ganado". Del otro lado, todo era frustración para Coria. 


 Gaudio grita eufórico, ya es el campeón.
El Mago llegó como uno de los principales candidatos a levantar la Copa de los Mosqueteros y terminó cayendo presa de sus nervios, como le pasó un año antes en las semis del mismo torneo y ante el holandés Martin Verkerk.


Guillermo Vilas junto a los finalistas.

El Gato levantó el trofeo acompañado por John Mc Enroe y el mismísimo Guillermo Vilas. El padre de la criatura llamada tenis argentino no se podía perder una final tan especial y estaba ahí para coronar a su sucesor a pesar de que previamente había sido elegido el brillante exnúmero uno estadounidense. La cara de Coria describía perfectamente su tristeza y, por si quedaban dudas, en la conferencia de prensa posterior hizo una catarsis que difícilmente se olvide.

Coria totalmente desencajado en la conferencia post partido.
"Este era el torneo de mi vida y no lo pude ganar. Ojalá que Dios sea justo conmigo y me de otra oportunidad", se excusaba el Mago envuelto en lágrimas. "Es muy joven y va a ganar alguna vez el torneo", opinó el campeón reinante Gastón Gaudio horas antes. El mismo Coria remató la triste rueda de prensa: "Voy a volver porque tengo unos huevos enormes"

Así lo reflejó el diario Olé.
Lamentablemente para él y para el tenis argentino eso nunca pasó. Tanto Coria como Gaudio se retiraron del tenis por la puerta de atrás. El Mago después de esta final buscó mejorar su saque y se terminó metiendo en un nudo que precipitó su alejamiento de los courts. El Gato jugó unos años más y ganó un par de títulos, pero nunca pudo volver a ser el que fue en la primavera francesa. 

 En 2005 comenzó la era Nadal en Roland Garros, solo interrumpida en 2009 por el galáctico Roger Federer, y desde entonces el mallorquín es el rey absoluto de París. Fue en 2004 cuando reinó el último mortal en la ciudad del amor y la Torre Eiffel. De allí en adelante, todos mordieron el polvo.






El camino de Gaudio al título


  • Primera ronda: 6-2, 2-6, 4-6, 6-3 y 6-2 a Guillermo Cañas (ARG)
  • Segunda ronda: 2-6, 6-4, 6-4, 5-7 y 6-3 a Jiri Novak (CZE)
  • Tercera ronda: 6-0, 6-4, 6-7 (5) y 6-4 a Thomas Enqvist (SWE)
  • Octavos: 6-4, 7-5 y 6-3 a Igor Andreev (RUS)
  • Cuartos: 6-3, 6-2 y 6-2 a Lleyton Hewitt (AUS)
  • Semifinales: 6-3, 7-6 (5) y 6-0 a David Nalbandían (ARG)
  • Final: 0-6, 3-6, 6-4, 6-1 y 8-6 a Guillermo Coria (ARG)



Documental sobre el título de Gaudio




Los finalistas protagonizando una publicidad muy graciosa, años después